El Comercio
Por Diego García Sayán. Ex ministro de Justicia y de RR.EE.
Era uno de tantos inocentes condenados por la irregular justicia fujimorista. Tan arbitraria que por la presión internacional se tuvo que crear en 1996 un mecanismo para liberar a inocentes injustamente condenados (la comisión ad hoc).
Cuando Valentín Paniagua asumió la conducción del gobierno de transición, en noviembre del 2000, en uno de los momentos más dramáticos y difíciles de la historia republicana, aún quedaban inocentes en prisión. Para muchos de ellos la comisión ad hoc había ya dictaminado favorablemente, pero las maquinaciones de Montesinos bloqueaban su tramitación. Era el caso, entre otros, de Yehude Simon, quien había recibido el dictamen favorable desde 1998.
Era una deuda con la justicia y con la democracia, que se empezaba a reconstruir en ese momento, actuar. Al proponerle el tema al presidente Paniagua, como ministro de Justicia, coincidimos en que Simon debía ser el primero y que seguirían los demás que tuvieran dictamen favorable de la comisión, que era independiente del presidente y del ministro de Justicia. Sabíamos que en el contexto en el que se impulsaba la acción de la justicia contra los corruptos, lo que se hiciera sería materia de represalias y distorsiones interesadas.
A los pocos días, el 1 de diciembre del 2000, se dictó la resolución que dispuso el indulto a Yehude Simon. Al día siguiente, en coordinación con el presidente Paniagua, me constituí personalmente en el penal Castro Castro a constatar, en emocionante encuentro con sus hijos y esposa, su efectiva liberación. En los días y meses siguientes se dispuso otros indultos de inocentes en aplicación estricta de la ley. El número total (142) fue mucho menor, por cierto, que aquel dispuesto por el régimen precedente (513).
Vino la previsible e implacable campaña de mentiras promovida por los afectados en la lucha anticorrupción y sus plumíferos sobre una supuesta liberación de 'terroristas'. Después de repetir machaconamente durante años la infamia de la "liberación de centenares de terroristas", incluso se mencionaba al propio Simon, los impulsores de esta sucia campaña no han sido capaces de dar el nombre aunque sea de un 'terrorista'. Ni uno solo. Confirmando el aserto "miente, miente, que algo queda", no se puede negar, sin embargo, que esa perversa campaña ha calado en algunos sectores desprevenidos mal informados de la sociedad.
Algunos tendrían que reflexionar, ahora, a la luz de lo que significa el positivo papel de Simon en la política nacional de los últimos años y la esperanza que hoy representa para el país. Si la dictadura no hubiera colapsado y el gobierno de transición no hubiera actuado, Yehude hoy seguiría preso en Castro Castro y los responsables de los latrocinios y atropellos al país continuarían al timón. Felizmente eso ha quedado atrás y el país, con todas sus dificultades y retos, mira hacia delante. El Perú demuestra, de nuevo, que sus capacidades y valores están por encima de quienes miran solo hacia su interés personal y el uso venal del poder. Querido, Yehude, ¡éxito! Tú y el Perú lo merecen.
publicado en El Comercio el 13 de octubre del 2008
Por Diego García Sayán. Ex ministro de Justicia y de RR.EE.
Era uno de tantos inocentes condenados por la irregular justicia fujimorista. Tan arbitraria que por la presión internacional se tuvo que crear en 1996 un mecanismo para liberar a inocentes injustamente condenados (la comisión ad hoc).
Cuando Valentín Paniagua asumió la conducción del gobierno de transición, en noviembre del 2000, en uno de los momentos más dramáticos y difíciles de la historia republicana, aún quedaban inocentes en prisión. Para muchos de ellos la comisión ad hoc había ya dictaminado favorablemente, pero las maquinaciones de Montesinos bloqueaban su tramitación. Era el caso, entre otros, de Yehude Simon, quien había recibido el dictamen favorable desde 1998.
Era una deuda con la justicia y con la democracia, que se empezaba a reconstruir en ese momento, actuar. Al proponerle el tema al presidente Paniagua, como ministro de Justicia, coincidimos en que Simon debía ser el primero y que seguirían los demás que tuvieran dictamen favorable de la comisión, que era independiente del presidente y del ministro de Justicia. Sabíamos que en el contexto en el que se impulsaba la acción de la justicia contra los corruptos, lo que se hiciera sería materia de represalias y distorsiones interesadas.
A los pocos días, el 1 de diciembre del 2000, se dictó la resolución que dispuso el indulto a Yehude Simon. Al día siguiente, en coordinación con el presidente Paniagua, me constituí personalmente en el penal Castro Castro a constatar, en emocionante encuentro con sus hijos y esposa, su efectiva liberación. En los días y meses siguientes se dispuso otros indultos de inocentes en aplicación estricta de la ley. El número total (142) fue mucho menor, por cierto, que aquel dispuesto por el régimen precedente (513).
Vino la previsible e implacable campaña de mentiras promovida por los afectados en la lucha anticorrupción y sus plumíferos sobre una supuesta liberación de 'terroristas'. Después de repetir machaconamente durante años la infamia de la "liberación de centenares de terroristas", incluso se mencionaba al propio Simon, los impulsores de esta sucia campaña no han sido capaces de dar el nombre aunque sea de un 'terrorista'. Ni uno solo. Confirmando el aserto "miente, miente, que algo queda", no se puede negar, sin embargo, que esa perversa campaña ha calado en algunos sectores desprevenidos mal informados de la sociedad.
Algunos tendrían que reflexionar, ahora, a la luz de lo que significa el positivo papel de Simon en la política nacional de los últimos años y la esperanza que hoy representa para el país. Si la dictadura no hubiera colapsado y el gobierno de transición no hubiera actuado, Yehude hoy seguiría preso en Castro Castro y los responsables de los latrocinios y atropellos al país continuarían al timón. Felizmente eso ha quedado atrás y el país, con todas sus dificultades y retos, mira hacia delante. El Perú demuestra, de nuevo, que sus capacidades y valores están por encima de quienes miran solo hacia su interés personal y el uso venal del poder. Querido, Yehude, ¡éxito! Tú y el Perú lo merecen.
publicado en El Comercio el 13 de octubre del 2008
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