sábado, 18 de octubre de 2008

El impacto de la capacitación

El columnista es profesor de economía de la Universidad del Pacífico, Doctor, Ph.D., en Economía y Master, M.A. y M.Phil, en Economía por Columbia University, New York. Es Bachiller y Licenciado en Economía por la Universidad del Pacífico. Ha trabajado para el Banco Interamericano de Desarrollo en el Departamento Desarrollo Sostenible, Unidad de Pobreza y Desigualdad como Economista Senior. Asismismo en el Fondo Monetario Internacional en el Departamento de Asuntos Fiscales como Economista Fiscal, y en el Ministerio de Trabajo y Promoción Social como Vice Ministro de Promoción Social, entre otros cargos en los sectores público y privado.

El Comercio
Por Gustavo Yamada

Luego de más de siete años de crecimiento económico ininterrumpido, la situación de los jóvenes es sustantivamente peor que la del resto de la fuerza laboral. En Lima, la tasa de desempleo juvenil es de 14,5%, cifra que más que duplica el desempleo de los adultos. Más aun, casi dos tercios de los jóvenes están en el subempleo. Estos jóvenes con dificultades de empleabilidad no pueden aspirar a continuar estudiando, porque necesitan aportar a sus familias, pero el mercado no los absorbe por la deficiente educación recibida y porque no están preparados para el mundo laboral. Estos jóvenes deben ser una prioridad política por argumentos de equidad y de eficiencia, puesto que, adecuadamente capacitados en áreas de comprobada demanda empresarial, pueden convertirse en un activo valioso para la economía.

Hace poco terminamos una evaluación del sistema de becas de capacitación laboral auspiciado por el programa Propoli, de la Unión Europea. Este programa benefició a jóvenes de escasos recursos, de ocho de los distritos más pobres de la capital, pero que tuvieran un alto potencial para aprovechar la capacitación recibida. Las becas cubrieron módulos de 8 meses a un año en especialidades de alta demanda como gastronomía, márketing, redes para telecomunicaciones, formación bancaria, entre otras, y en institutos superiores reconocidos por su calidad y vinculación con el empresariado.

Los resultados fueron muy elocuentes. La proporción de jóvenes beneficiarios empleados luego del programa aumentó de 54% a 80%, mientras que los porcentajes de desempleados y jóvenes fuera de la fuerza laboral se redujeron de 13% a 11%, y de 33% a 9%, respectivamente. Asimismo, el impacto neto del programa fue un incremento real en los ingresos de 65,1%. Es decir, las becas lograron que los ingresos de los beneficiarios aumentaran dos tercios por encima de lo que su trayectoria laboral y el contexto de la economía hubiesen posibilitado. Este impacto se incrementa a 99,1% cuando los beneficiarios tienen seis meses de egresados del programa.

Una vez culminada la cooperación internacional para financiar el programa, y debido a sus elevados retornos, proponemos insertarlo dentro de la estructura del Estado y sus políticas activas de empleo. Dada su proximidad conceptual al programa Pro Joven, la continuación de este programa (al que se le podría denominar Programa de Capacitación para un Mejor Trabajo y Empleo, Promete) podría ser incluido como una segunda capa más avanzada que Pro Joven, con un financiamiento reembolsable (crédito) a cargo de la Oficina de Becas y Créditos Educativos. Un prerrequisito para que el esquema propuesto funcione bien es que el sistema de capacitación sea cada vez más modular, progresivo y flexible, a fin de que lo aprendido sea parte de una secuencia que pueda conducir a un título profesional técnico con algunos semestres adicionales de estudio.
publicado en El Comercio el 1 de octubre del 2008

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