martes, 29 de abril de 2008

Bovary y el grifero

Aunque los temas sobre marketing deberían ser incluidos en nuestro blog El Valor de Vender nos pareció que el aporte de este interesante artículo del publicista Robby Ralston está más relacionado con nuestra misión de promover nuevas formas de pensar y mejores hábitos -como aquel tan importante de la lectura- por lo que difundir formas innovadoras de hacer que la cultura universal llegue a la mayor parte de la población nos parece primordial. De esto precisamente nos habla Ralston -quien fue presidente de la importante agencia de publicidad McCann Erickson y actual presidente de Robby Ralston Creative Consulting- en la presente crónica donde resalta la creatividad de Radio Programas del Perú y el buen papel de responsabilidad social que cumple este importante medio de comunicación peruano.

Bovary y el grifero
Diario El Comercio

por Robby Ralston

Estábamos en el pequeño grifo de algún pequeño pueblito a medio camino entre Huancayo y Tarma. La familia en pleno bajó a estirar las piernas y mientras el grifero nos despachaba combustible, le pregunté qué era lo que escuchaba en su radio a tanto volumen.

-Es Madame Bovary, señor-dijo entusiasmado-. Acaba de empezar en "Mi novela favorita".

Los minutos que estuvimos ahí fueron suficientes para que Cata, Marina, Jessica y yo quedásemos enganchadísimos con la trama. Sintonizamos RPP en el auto y continuamos viaje en la mágica compañía de la novela de Flaubert, comentando los acontecimientos en cada corte comercial.

Ya pasó casi un año de este primer encuentro con "Mi novela favorita" y no dejo de pensar en la potencia de una idea tan simple como esa en manos de un medio con tanto alcance como RPP. ¿Cuándo antes un grifero, un gasfitero o un chofer de combi conoció la historia de Bovary? Nunca.

Hoy esa cultura clásica está al alcance de todas las clases sociales del país. Y repito "de todas las clases" porque poder pagar un libro no significa que todos puedan o quieran ser lectores.

Muchos comparan la nueva generación con la de nuestros abuelos y concluyen: los jóvenes no leen libros, ergo son ignorantes. Yo lo dudo.

Me pregunto: ¿Cuántas páginas tenía el diario que leían los abuelos? ¿Cuántas revistas había? ¿Cuántos documentales vieron? ¿Cuántos blogs leían, cuántos websites visitaban, cuántos mails les llegaban diariamente?

Es otro mundo, otro mercado. Otro consumidor. Este consumidor lee tanto o más que los de antes, pero no solo lee libros. Antes se leía para aprender y también para entretenerse, hoy hay otros formatos igual de interesantes y entretenidos. ¿Ignorantes? Yo lo dudo: a los 18 tienen más información que ninguna otra generación.

Soy lector y he inculcado el hábito en mis hijas, pero reconozco que el medio no es el mensaje. ¿Se trata de que lean libros o que reciban la cultura? En lo particular, me gusta tanto cuando ellas leen como cuando ven Discovery, History, Biography, o -volviendo al tema- cuando escuchan "Mi novela favorita".

Quizá muy pocos chicos tengan los medios o el tiempo para disfrutar la literatura clásica. Quizás muy pocas personas tengan la base necesaria para enfrentarse a un libro de dos tomos. Pero gracias a "Mi novela favorita", hoy pueden entender el drama del jorobado de Notre Dame o el heroísmo de Miguel Strogoff.

Si se trata de promover la cultura, RPP nos está enseñando el camino. En lugar de promover el libro (¿por qué no el papiro o el pergamino?) RPP ha "sintonizado" con el consumidor y ha adaptado el contenido cultural al formato que él prefiere. Eso es márketing del mejor y la cultura merece marketearse así.

Siempre habrá un mercado de consumidores para el libro, pero la cultura debería independizarse de cualquier formato y ensayar caminos mucho más universales; de esos que pueden hacer que un grifero, un publicista y sus respectivas familias, disfruten de Madame Bovary.

lunes, 28 de abril de 2008

El Perú y su apartheid solapa

León Trahtemberg , autor del presente artículo, es un consultor reconocido sobre temas relacionados con la educación. Ingeniero por la Universidad Nacional de Ingeniería y Master en Administración de Empresas por la Universidad del Pacífico. Además, realizó una especialización en Administración de la Educación en la Universidad de Lima y obtuvo un Magister en Educación en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Es profesor y director general del Colegio León Pinelo y colabora regularmente con publicaciones importantes del Perú y del extranjero, principalmente con artículos relacionados con su especialidad. Es también conductor de entrevistas en Radio Programas del Perú. "El Perú y su apartheid solapa" fue publicado el pasado 20 de abril.

La Industria de Trujillo

por León Trahtemberg

Al final del interesantísimo libro del psicoanalista Jorge Bruce "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo", una cita de Max Hernández suena como un campanazo mental. Dice: "El Perú funciona como una Sudáfrica solapa" (la del apartheid), lo que ilustra la tesis del libro, que ve al racismo como un poderoso y omnipresente organizador de la vida de los peruanos, que contamina sus interacciones cotidianas. "Dos peruanos nos encontramos y, sin necesidad de hablar, inmediatamente nos escaneamos y nos ubicamos en este imaginario (racista)", dice Walter Twanama para quien las coordenadas para evaluarnos unos a otros en nuestras relaciones incluyen los rasgos físicos, el nivel socioeconómico, el nivel educativo-lingüístico y la calidad de migrante. Esto nos ha sido inculcado desde niños, junto con la convicción de que los blancos son naturalmente más inteligentes y capaces para mandar que el resto de los peruanos.

Para Bruce, una de las herramientas sociales que más contribuye a consolidar, legitimar y dar continuidad al racismo es la publicidad, que avanza impune en un terreno social lleno de silencios cómplices de quienes en esencia están de acuerdo con el racismo, lo que explicaría la prolongada indiferencia frente a lo que les pasaba a los indígenas peruanos en la guerra interna. Era una forma pasiva agresiva de hacer de cuenta que ellos no existen y de expresar el deseo real de que no existan.

Si bien los publicistas lo justifican en nombre de una voluntad aspiracional de la gente que aspira a alcanzar un determinado status y estilo de vida, encarnada en personas que no tienen los rasgos fìsicos de la mayorìa de la población peruana, uno de ellos, Gustavo Rodriguez, sale al frente criticandolos por ser productores de mensajes de exclusión, una extensión gráfica de la que ocurre en la admisión de las discotecas racistas.

La otra gran herramienta que perpetúa el racismo es la precaria educación que reciben los sectores discriminados, que atrofia su ascenso socioeconómico permitiendo mantener incólume el mito de su inferioridad biológica. Por su parte el estado se comporta como si esto no ocurriera o no pudiera ser de otra manera, y no hace nada al respecto.

Así, el racismo constituye una justificación ideológica para la perpetuación del statu quo, en el que la distribución de bienes coincide con las categorías raciales, étnicas o culturales que lo legitiman. Eso sin duda causa un enorme resentimiento social que es crónico en nuestro país. En ese contexto, el discurso que valora el mestizaje sólo funciona como coartada frente a la choledad que nadie quiere reconocer como propia por su carga de estigma y denigración.

El libro finaliza con una crítica a los psicoanalistas peruanos que postulan una neutralidad que conduce al silencio con el que le han negado a la sociedad su aporte intelectual. Ese silencio analítico, aun frente a conmociones sociales gravísimas, en el fondo no es más que otro síntoma del racismo ya que se usa como un escudo para hacer de cuenta que el problema no existe.

Bruce piensa que el racismo difícilmente podrá ser erradicado, pero que aun así el esfuerzo por comprenderlo en todos sus extremos puede permitirnos desarrollar antídotos para atenuar el daño que produce. Sin duda, estamos frente a otro valioso aporte que intenta ayudarnos a entender qué nos pasa a los peruanos.

martes, 22 de abril de 2008

La consolidación económica del Perú

Por "La Nación" de Argentina.
Editorial

Una de las principales agencias internacionales calificadoras de riesgo acaba de otorgarle al Perú la calificación de grado de inversión, lo cual significa que este país cuenta con la solvencia necesaria para garantizar el cumplimiento de sus deudas. Se trata de una gran noticia para la región, en la que aparece, consolidado, un nuevo vértice de dinamismo para la actividad económica.
Esa calificación, que pone al Perú a la par de Chile y México -los dos únicos países de la región que ya la habían alcanzado-, hace al país más atractivo para los inversores, tanto externos como internos.

Brasil y Colombia estarían en camino de obtener, relativamente pronto, igual categoría. La Argentina sigue, en cambio, muy lejos de ella y sin poder recurrir con normalidad a los mercados internacionales de crédito, por no haber resuelto correctamente el problema de la deuda externa, que aún pende sobre nuestros hombros y limita significativamente nuestras posibilidades de crecimiento.

La economía peruana -abierta, dinámica y de mercado- luce llamativamente sólida. Hace nada menos que nueve años consecutivos que crece sostenidamente. El año pasado lo hizo a un ritmo del 9% de su PBI, guarismo que ha crecido hasta superar el 10% en enero último. Para este año, considerando las restricciones externas que provocan los remezones en el mercado internacional de crédito, la administración de Alan García proyecta una saludable tasa del 7%.

En el 2006 el Perú tuvo claramente una opción. Elegir una involución estatizante y populista o mantenerse en el camino económico de apertura que había comenzado a transitar en los años 90, ratificando su apuesta a la economía de mercado. Eligió, como es notorio, el segundo camino, desechando la paralizante hipoteca ideológica que nuevamente lo amenazaba y que suponía retornar a los años 70. Apostó así, con éxito, a la inversión privada.

Siguiendo el modelo chileno, de apertura, el presidente peruano, Alan García, acaba de regresar de una exitosa gira por China y Japón. Como consecuencia de ella, ahora avanzan las negociaciones con China para la suscripción de un tratado de libre comercio, asumiendo el desafío de la globalización.

El Perú ha devuelto a los productores de campo los ingresos que les habían sido confiscados y el sector ha vuelto a crecer con gran fuerza, especialmente en el noroeste del país, la zona azucarera por excelencia, sacudiendo la anestesia en que lo había sumido el estatismo, incluyendo el impacto demoledor de una reforma agraria que culminó en un fracaso descomunal, sembrando miseria y destruyendo riqueza.

El Perú ha terminado también con el mito de que las economías abiertas desindustrializan y desnacionalizan, generando un nuevo perfil industrial en el que se destaca la pequeña y la mediana empresa, en sectores tan distintos como el metalmecánico, en la pujante Infantas; el textil; el informático, en el notable 'cluster' urbano de Wilson, o la química básica. En el camino se deshizo de los conocidos privilegios prebendarios y rentistas que la agotaban.

El acento de la gestión debe ahora incluir el mejoramiento de la distribución de los ingresos para que todos compartan más equitativamente los frutos del éxito. Pero puede hacerlo a partir de la creación vigorosa de riqueza y no de la distribución de la ya disponible, alternativa que, según enseña la historia, infecta de anemia al aparato productivo todo.

El Perú parece haber recuperado el optimismo y la fe en sus propias fuerzas. Está reduciendo gradualmente desigualdades, haciendo crecer el consumo, fortaleciendo una nueva clase media y generando una notable revolución exportadora. No es poco y debería ser imitado.