viernes, 29 de agosto de 2008

El alma de la reforma pendiente

El Comercio
Por Hugo Guerra

Exquisito lector, el 28 de julio el presidente García ha propuesto que, más allá de los progresos y deficiencias económicas y legales, "nos falta todavía una reforma del alma".

Algunos reaccionan con sorna, porque los tópicos del alma y el espíritu social resultan incomprensibles para aquellos materialistas de izquierda y de derecha a quienes solo interesa la conquista del poder y la helada radiografía de las finanzas y las encuestas.

Revisemos, sin embargo, los conceptos: alma no es otra cosa que espíritu; es decir la síntesis de la conciencia racional y emocional del hombre. Por tanto regula la conducta a través de la ética y la moral.

La sociedad tiene un alma colectiva que le da sentido al sistema político y económico. Pero cuando una nación carece de liderazgos legítimos, cuando pierde sus valores, cuando el mercado sustituye derechos sociales por poder de compra y cuando se reduce al ciudadano a simple objeto de disputa política, se forman democracias vacías, carentes de principios fundamentales como la solidaridad y la subsidiaridad.

El Perú tiene hoy el alma enferma. A la histórica desconfianza ante un Estado burocrático, corrupto e ineficiente se suma el galopante desprestigio de los poderes públicos y la pérdida de legitimidad de movimientos sociales, sindicatos y partidos.

Eso determina una peligrosa crisis política, porque el disloque funcional entre representantes y representados genera vacíos que no pueden ser llenados con dinero ni con propuestas falaces de neomarxistas y falsos nacionalistas. De allí que es necio permitir que el progreso económico siga su propia inercia divorciado de 'lo político'.

Si "todos somos el Estado", como recuerda García, entonces todos estamos obligados a revisar el rumbo que está tomando el Perú. Como parte de la reforma propuesta, no permitamos que el debate nacional siga circunscrito a las ambiciones caudillistas y la frivolidad de las cuentas públicas y privadas. Así como debe terminarse con el hambre y la miseria de millones de compatriotas, debe igualmente curarse el alma de los peruanos para que el crecimiento material tenga sentido.

La reforma reclama que los ciudadanos superemos la apatía política; que autoridades, funcionarios y parlamentarios, dejen de lado la incompetencia y la soberbia; y que la prensa no se permita más incoherencias, para devolver legitimidad, eficiencia, ética y justicia social a una república en muchos sentidos caduca.

Nicolás de Piérola --uno de los aparentes íconos de Alan García-- señaló el camino en 1897 al sostener ante el Congreso algo que hoy sigue vigente: "Formar una generación orgánica y moralmente robusta; solicitada por nobles y verdaderos ideales; que sepa no desear, sino querer con la voluntad recta y todopoderosa de nuestros progenitores; tal es la tarea altísima que nos está encomendada, para hacer de un puñado de desconcertadas gentes, esparcidas en un inmenso territorio por laborar, el poderoso pueblo que ha de vivir en este bendito pedazo del globo. (...) ¡Atrás los viejos empeños, los mezquinos ardides, todo ese conjunto de abominables miserias que se ha llamado aquí política!".

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publicado en El Comercio el 2 de agosto del 2008

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