¡Construyamos Confianza!
por Carmen Rosa Graham.
Diario El Comercio
Constantemente escuchamos que los peruanos somos desconfiados, y esto es evidente. Basta con transitar por la ciudad o leer los diarios y las encuestas especializadas. Es tan penoso porque inclusive cuando encuentran a una persona de buena voluntad, no lo pueden creer y están buscando "la trampa", me sucede a menudo. Cuando estando al volante del auto cedo el paso a un transeúnte, este último está tan acostumbrado a que los autos lo agredan que no se atreve a aceptar la cortesía o más bien a ejercer su derecho. Tengo que convencerlo de que puede pasar tranquilo.
Sucede también en el espacio colectivo. Estos días escuchamos comentarios en relación con la inflación. En esta economía cada vez más globalizada, la inflación que tenemos en el país es de las menores. Sin embargo, no nos preocupa tanto la parte técnica como la psicológica. Es decir, por experiencia anterior la gente desconfía, tiene temor de que se repita la historia y se desboque la situación. Esto hace imperativo controlar los niveles de inflación y mantenerlos alrededor de lo planeado para evitar el pánico.
En instituciones es común encontrar que se reglamenta pensando en el pillo, en cómo evitar que se saque la vuelta al sistema. Entonces terminamos con leyes y reglamentos complicados que a veces hasta pierden la razón de su origen, y esto solo por poner suficientes trabas para evitar las posibles desviaciones.
Las consecuencias son evidentes: el tránsito no puede ser fluido, se malogra un semáforo y de inmediato colapsa el tráfico en esa intersección; ponemos tantos controles y tantas reglas que los procesos se hacen interminablemente largos; la gente se acostumbra a no pensar y más bien solo a hacer lo que dice el papel. Es decir, anulan su iniciativa y creatividad, haciéndose fácilmente reemplazables por una computadora, video o por una central telefónica inteligente. Todo esto tiene un costo en la economía y nos resta competitividad, nos reduce la rapidez al actuar y facilita que perdamos las oportunidades que un mundo veloz nos ofrece hoy.
¿Y por qué somos así? Que si por la historia o la genética, ¡qué más da! Ante la desconfianza solo tenemos dos alternativas: la primera es que los vínculos se cortan para siempre, en una relación comercial pura en la que el cliente no vuelve a comprar al mismo proveedor es algo negativo, pero es fatal cuando sucede en una sociedad. Segunda alternativa, se pone en marcha un proceso para reconstruir la confianza, esta es obviamente la que debemos elegir. Lo importante es que cambiemos este comportamiento, y esto no significa bajar la guardia y pensar que todo se volvió de pronto perfecto.
Es imperativo cambiar nuestra actitud, escuchar, informarnos más sobre las personas, salir de círculos cerrados, pertenecer a redes diversas y activas, ampliar nuestros horizontes, ver y sentir que existen comunidades más desarrolladas socialmente y creer que nosotros podemos ser iguales o mejores que ellos.
Si las personas no cambiamos, los sistemas no cambiarán porque están hechos por personas y para personas. Y obviamente no podemos pretender que todas las personas cambien, pero aquellos que son líderes o ejercen influencia sobre otros son los llamados a poner un alto y dar el ejemplo de honestidad y de sinceridad necesarios para la construcción de confianza en nuestras instituciones y en nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario