sábado, 4 de abril de 2009
Estudiar la educación peruana
Foto: Perú País Diferente
Una rica tradición. La hora exige soluciones para el sector educativo, pero estas solo se buscan en experiencias extranjeras y no en nuestros grandes pedagogos.
El Comercio
Suplemento Dominical
Por: Mario Tejada
Ver la educación peruana a través de nuestros propios ojos es todavía un deseo de muy pocos maestros, investigadores y estudiosos de la educación. Constantino Carvallo señalaba que no podía implementarse una reforma educativa si como base no se promovían los valores. Sabemos el grado de corrupción en que nos encontramos, sin embargo, no existe una preocupación por estudiar y superar tan grave problema en el ámbito educativo. Nos encontramos ante un caso de ceguera, de ignorar nuestra realidad, y sin embargo nos empeñamos en capacitar a los maestros con las últimas tecnologías y experiencias de otros países.
Recuperar experiencias
¿No existen experiencias pedagógicas en el Perú que nos permitan superar el estado en que nos encontramos? La respuesta es sí; entonces, ¿por qué no lo hacemos? Ocurre que siempre creemos que las soluciones a nuestros problemas deben importarse, que los extranjeros tienen la llave del éxito. Otra razón es que ignoramos a los grandes paradigmas de nuestra educación pues no existe una historia de la misma ni de su pensamiento pedagógico.
Así como la asignatura de Historia del Perú se ha reducido al mínimo en nuestra educación básica, algo que debe llevarnos a profunda reflexión, es también grave que en la mayoría de centros de enseñanza pedagógica no se dicte un curso de historia de la educación peruana.
¿Los olvidados?
Existirían más posibilidades de mejorar si los jóvenes supieran, por ejemplo, quién fue Javier Prado y por qué fue nombrado maestro de la juventud en la década de los años 20 del siglo pasado. Igualmente, si estudiaran el libro de Luis E. Valcárcel sobre la educación inca y sus tesis sobre la enseñanza del indio y el campesino.
Más conocido pero no estudiado lo suficientemente es José Antonio Encinas, su experiencia de Escuela Nueva en Puno es de una actualidad admirable. Lamentablemente, el grueso de los estudiantes de pedagogía y sus profesores no la conocen. Emilio Barrantes, si bien se recuerda su nombre, pocos conocen el extraordinario trabajo que realizó en la escuela de Paca, y que puede servir de ejemplo para vincular la escuela con la comunidad.
Walter Peñalosa es recordado por los maestros de La Cantuta. Creador de esta famosa escuela pedagógica, experiencia que no ha sido igualada y cuyos ejes formativos todavía pueden ser fuentes de inspiración para la formación de nuevos profesores líderes.
Leopoldo Chiappo estuvo vinculado a la más importante reforma educativa del Perú. Lo mismo vale para el caso de Augusto Salazar Bondy, uno de los más grandes pensadores peruanos de la segunda mitad del siglo XX (actualmente un desconocido para muchos). Su excepcional idea educativa se encuentra en el limbo del olvido. Chiappo planteó los problemas de nuestro país en su verdadera dimensión, colocando la educación en el sitial que le corresponde: “Creo —dijo— que la educación no es el remedio de los problemas nacionales porque estoy convencido de que las soluciones deben ser dadas por una transformación total de la colectividad peruana”. Su obra: “Historia de las ideas en el Perú contemporáneo”, debería ser de lectura obligada de todo peruano que se precie de haber adquirido una educación básica.
La gran transformación
Cuando al profesorado se le señale como al gran culpable del estado calamitoso de la enseñanza, y no como el producto del estado de crisis en que nos encontramos, el pensamiento de Salazar Bondy adquiere una especial vigencia que constituye la base para la solución de nuestra crisis educativa.
Para que el profesor vuelva al sitial que le corresponde, que es el que señaló José Antonio Encinas: “El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia, es el de maestro de escuela”, hay que ver la realidad con nuestros ojos, que son los de Garcilaso de la Vega y Huamán Poma de Ayala, y con las de dos grandes personalidades del Siglo XX: José María Arguedas y Jorge Basadre.
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