sábado, 2 de febrero de 2008

Nuestras relaciones y el perro del hortelano


por Carlos Manuel Morales

El bajo capital emocional que hay en la gente de nuestro país se siente por todas partes, sentimientos encontrados que han conllevado a una incapacidad para generar sólidas relaciones entre peruanos y por ende productivos acuerdos que podrían beneficiar a la mayoría de la población.

Estos resentimientos que a decir de Vargas LLosa en su libro El Pez en el Agua "...se emboscan detrás de las rivalidades políticas, ideológicas, profesionales, culturales y personales...", han perdurado durante siglos en nuestra historia y tiene su origen aparente en el sometimiento que ejercieron los españoles colonizadores sobre el imperio inca, donde el maltrato y daño a la autoestima se establece socialmente en una dicotomía de poder y subordinación dando lugar a un resentimiento generalizado que es parte de la cultura del país.

Esta circustancia histórica, sin duda innegable, también ha servido como excusa para aquellos, que resistentes al cambio, han mantenido estos paradigmas como bandera para obstaculizar toda clase de desarrollo de personas o grupos que apostaron por hacer las cosas de manera diferente.

Si estas diferencias, profundizadas aún más con el mestizaje, hubieran sido valoradas en su justa medida pudieron ser la oportunidad para obtener mejores y mayores ideas conjuntas, transcendentes si se quiere, que hubieran permitido, al dar apertura a la inversión, aprovechar la riqueza natural del país y reducir o erradicar la extrema pobreza que hoy se mantiene enraizada en las entrañas más profundas de nuestra sociedad.

Irónicamente, siglos después, gracias a exitosos emprendedores provenientes de los estratos sociales más pobres el país hemos tromado la senda hacia el progreso lo que a su vez pone en evidencia que pensar en que uno u otro es mejor por el color de la piel o su estrato económico es un pensamiento por demás obsoleto y arcaico.

Sin embargo todavía hoy, especialmente en el entorno estatal, los conflictos, la incapacidad para escuchar y desarrollar relaciones fuertes han hecho evidentes que pocos acuerdos sobre temas comunes se pueden lograr, pactos cuya concordancia de ideas además satisfagan a las partes intervinientes de tal manera que sientan que se benefician mutuamente.

Sin duda los sistemas de educación tradicionales que se aplicaron en el país no ayudaron a cambiar este comportamiento, siendo una forma de convivencia que se ha transmitido de generación en generación en la forma de un síndrome que el presidente García llama la del "perro del hortelano" y que explica bien en reciente artículo que en esta entrada adjuntamos en un link.

A través de su análisis el jefe de estado busca incentivar el cambio de perspectiva para reconocer y encarar a aquellos cuyas mentes se detuvieron en el tiempo y cuyos paradigmas y complejos impiden la consolidación de un país diferente, la construcción de un mejor país para todos. Como dice el artículo, erradiquemos de una vez por todas esas formas de pensar que exige: "Que me den más sin que yo cambie y sin que yo haga ningún esfuerzo".

http://www.elcomercio.com.pe/EdicionImpresa/pdf/2007/10/28/ecop281007a4.pdf

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